Los vecinos de Alfar aseguran que "es imposible dormir" y exigen limitar el horario. Pese a las denuncias, el problema se repite hace décadas y se potenció con nuevos paradores. A la salida, la procesión de jóvenes en muchos casos "alcoholizados, en estado crítico" extiende los ruidos hasta después de las 7.
Para los vecinos del barrio Alfar, conciliar el sueño en las noches de verano puede convertirse en una misión realmente imposible. La música que irradia de uno, dos o hasta tres boliches y paradores en simultáneo se mete dentro de los hogares de esta reserva forestal hasta las 6 de la mañana, entre tres y cinco veces por semana.
La problemática está lejos de ser nueva. De hecho, ya podría calificarse como histórica. Las primeras denuncias por ruidos molestos por este motivo datan de los 80′. Sin embargo, con la apertura de nuevos paradores y los equipos de sonido cada vez más potentes, el desvelo de quienes se ven obligados a tener “el boliche adentro de la casa” -así lo sienten- se ha potenciado. Los vidrios de las ventanas, literalmente, vibran.
Varias veces por semana, las fiestas y eventos que se organizan en Mute, La Caseta, La Reserva, Casa Corona y otros paradores a metros del mar se extienden hasta altas horas de la madrugada. “Dormir es imposible, hay veces que me quiero ir del barrio”, admitió una vecina, “cansada de hacer denuncias” por los ruidos que le impiden descansar “por lo menos cinco a la semana”.
La música, que a veces alcanza a resonar en los barrios aledaños, comienza al mediodía o la tarde y se apaga al amanecer, con cientos de jóvenes que luego emprenden el regreso por la Ruta 11 o la colectora dentro del barrio, extendiendo los ruidos y a veces generando disturbios frente a los domicilios.
La sociedad de fomento del barrio Alfar, una vez más, ha tomado cartas en el asunto a raíz del creciente malestar. “La situación es problemática. Estos días estuvieron hasta las 6.30 de la mañana dándole con la música tanto en Mute como en La Reserva, La Caseta y Casa Corona. Algunos de estos paradores llevan años discriminando al barrio con ruidos molestos”, aseguró a LA CAPITAL el presidente de la entidad vecinal, Carlos Lodato.
Lodato dio sus primeros pasos en el fomentismo del barrio a comienzos de los ’80. “Desde entonces estamos con el mismo problema, que año a año crece cada vez más. Y los vecinos que viven cerca de la costa son quienes más lo sufren. No pueden dormir, lo cual es un gran problema tanto para quienes se levantan temprano para trabajar como para los adultos mayores que necesitan descansar”, detalló.
El vecinalista ya perdió la cuenta de las denuncias por ruidos molestos elevadas en estos años a la Delegación Municipal del Puerto. Los hijos de los primeros denunciantes hoy sufren el mismo problema. Cada verano se labran actas. La música sigue. Los vecinos no duermen.
Acta por ruidos molestos recientemente labrada por el Municipio.
Los vecinos comprenden y respetan el movimiento que generan estos paradores en verano, con la llegada de gran cantidad de jóvenes. Sin embargo, lo que piden es ponerle “un límite” a la actividad para equilibrar la balanza: garantizar el esparcimiento sin avasallar el derecho a descansar de la gente del barrio.
El próximo lunes, la sociedad de fomento mantendrá reuniones con los responsables de los paradores con el objetivo de trasladarles el malestar que genera el descontrol en su actividad y fijar un “ordenamiento”.
“Vamos a plantearles que uno podría tolerar los ruidos hasta las 2 o 3 de la mañana, entendemos su actividad en verano, pero hasta hasta las 6.30 de la mañana es una locura, más al repetirse cuatro o cinco días por semana”, anticipó Carlos Lodato de cara a las reuniones.
En estos años los paradores, advirtió, “nunca hicieron caso” pese a las actas labradas por inspectores de Ruidos Molestos.
“Se han presentado muchísimas denuncias, pero siempre nos han discriminado. Acá habría que convocar a los dueños de estos boliches y ordenar la situación, porque con la música a tope toda la noche es imposible vivir”, agregó.
La música en estos paradores cede generalmente pasadas las 6 de la mañana, con el sol alzándole sobre el horizonte. La fiesta termina y entonces miles de jóvenes emprenden el regreso en colectivo, taxi, auto o a pie a la vera de la ruta 11, junto a la arboleda que rodea al Alfar.
“Hace unos años pasaba que los chicos salían del boliche y se quedaban dando vueltas por el barrio, en muchos casos alcoholizados, en estado crítico. Esto hoy vemos que se da sobre la Ruta 11 y la colectora del Alfar”, señalaron desde la sociedad de fomento.
“Realmente no se cómo vuelven a sus casas porque salen muy mal. En general no se generan disturbios, aunque a veces sí, pero los ruidos se extienden a veces hasta pasadas las 7 y el problema sigue”, completó el presidente de la entidad vecinal.
Las fiestas en los paradores comenzaron a fines de diciembre, continúan a prácticamente a diario en enero y, según lo previsto, se mantendrían en febrero. Los vecinos esperan alcanzar un acuerdo y consensuar límites con los responsables del esparcimiento, garantizando la diversión pero también el descanso por las noches para la gente del barrio.